EL CARRO DE FUEGO
Después del encuentro de Elías con el rey Ocozías no leemos nada más de él hasta llegar a la escena final de su carrera terrestre; sin embargo, y por lo que sugiere la lectura de II Reyes 2, entendemos que sus i5ltimos días no los pasó en la inactividad. Si bien no estuvo ocupado en nada espectacular y dramático, sí fue algo bueno y útil. Parece que tanto él como Elíseo, no sólo instruían al pueblo en privado, sino que también fundaron y dirigieron seminarios o escuelas para los profetas en diversas partes del país. Aquellos hombres se preparaban para el ministerio de la lectura y la enseñanza de la Palabra de Dios, y para continuar la obra de reforma en Israel; el ministerio pedagógico de Elías y Elíseo era, pues, una ocupación útil. Esta sagrada actividad, aunque menos llamativa para los sentidos, era de mucha más importancia, por cuanto el efecto producido por el presenciar maravillas sobrenaturales, aunque conmueva por un poco de tiempo, pronto pasa, mientras que la verdad que recibe el alma mora para siempre. El tiempo que Cristo pasó enseñando a sus apóstoles produjo frutos más duraderos que los prodigios que obró en presencia de las multitudes.
Elías casi habla llegado al final de su carrera. Estaba próxima la hora de su partida; ¿en qué había, pues, de ocupar sus últimas horas? ¿Qué hizo mientras esperaba el gran cambio inminente? ¿Se encerró en un claustro para que el mundo no le molestara? ¿Se retiró a su cámara para poder dedicar sus últimas horas a la meditación, a la súplica ferviente, a hacer las paces con Dios y a prepararse para comparecer ante el juez? No, en verdad; habla hecho las paces con Dios muchos años antes y había vivido en comunión bendita con V día tras día. En cuanto a prepararse para comparecer ante el juez, no era tan necio como para dejar para el último momento ese importantísimo deber. Por la gracia de Dios, habla pasado su vida caminando con ÉI, cumpliendo sus mandatos, confiando en su misericordia y experimentando su favor. Un hombre semejante se está preparando siempre para el gran cambio. Sólo las vírgenes necias son las que están sin aceite cuando llega el Esposo. Sólo los mundanos y los impíos son los que dejan para el último momento el prepararse para la eternidad.
"Polvo eres, y al polvo serás tornado” (Génesis 3:19); el cuerpo del hombre fue formado de la tierra, y, a causa d el pecado, volverá siempre a la tierra. Habían transcurrido más de tres mil años desde que fuera pronunciada esta sentencia contra la raza caída, y Enoc había sido la única persona que se libró de la misma: ¿por qué habla de ser honrado de tal modo él en vez de Noé, Abraham o Samuel? No lo sabemos, por cuanto el Altísimo no siempre se digna dar razón de su conducta. t1 obra como quiere, y todos sus caminos están caracterizados por el ejercicio de su soberanía. En la salvación de almas -al librar a los pecadores de una condenación merecida y al concederles bendiciones inmerecidas- É1 reparte "particularmente a cada uno como quiere” (I Corintios 12:11), y nadie puede oponerse a su voluntad. Así es, también, por lo que se refiere a los que él libra de la tumba. Otro hombre estaba ahora a punto de ser transportado físicamente al cielo; pero es ocioso especular acerca de las razones de que semejante honor fuera conferido a Elías y no a otro de los profetas.
“Y aconteció que, cuando quiso Jehová alzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venia con Eliseo de Gilgal” (II Reyes 2:1). Su conducta al ir de un lugar a otro por indicación divina prueba que Elías habla recibido una notificación previa de la intención llena de gracia del Señor. “Gilgal” señala el punto de partida de su viaje final, y ninguno tan apropiado como éste. Habla sido el primer lugar en el que Israel se detuvo después de cruzar el Jordán y entrar en la tierra de Canaán (Josué 4:19). Fue allí donde acampó el pueblo de Israel y donde levantaron el tabernáculo. Fue allí donde celebraron la pascua” y "comieron del fruto de la tierra” en vez del maná con el cual hablan sido alimentados milagrosamente (Josué 5:10-12). “Y dijo Elías a Eliseo: Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Berel” (2:2). Se han hecho varias conjeturas acerca de la razón de que Elías quisiera que Eliseo se alejara de él en aquellos momentos: que deseaba estar solo, que su modestia y humildad le hacían procurar esconder de la vista de los hombres el gran honor que iba a serle conferido, que quería evitar a su compañero el dolor de la partida, y que quería probar hasta dónde llegaban su afecto y su fe; nosotros nos inclinamos por esta última.
"Y Eliseo dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Descendieron pues a Betel" (v. 2). Cuando Elías le llamó por primera vez, Elíseo dijo: "Te seguiré” (I Reyes 19:20). ¿Pretendía realmente hacerlo? ¿Se le uniría hasta el fin? Elías probó su fe para determinar si su declaración estaba motivada por un impulso momentáneo o si era una resolución firme. Elíseo era sincero al decirlo, y por consiguiente, rehusó dejar a su maestro, cuando tuvo la oportunidad de hacerlo. Estaba decidido a gozar de los beneficios de la compañía y la instrucción del profeta cuanto le fuera posible, y a permanecer con él, probablemente con la esperanza de recibir su bendición final. "Descendieron pues a Betel”, que significa "la casa de Dios”. Este era otro lugar de santa memoria, ya que era donde Jehová se apareció por primera vez a Jacob y le dio la visión de la escalera mística. Allí, los "hijos de los profetas” de la escuela local fueron e informaron a Eliseo de que el Señor iba a llevarse a su maestro aquel mismo día. Les contestó que ya lo sabía y les ordenó callar (v. 3).
“Y Elías le volvió a decir: Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me ha enviado a Jericó” (v. 4). Del mismo modo que el Salvador "hizo como que iba más lejos” (Lucas 24:28), cuando quiso probar el afecto de sus discípulos en el camino de Emaús, así también el profeta dijo a su compañero: “Quédate aquí”, en Betel, lugar de tan sagradas memorias. Pero, así corno los dos discípulos "detuvieron por fuerza" a Cristo a que se quedara con ellos, así también, nada podía hacer que Elíseo se alejara de su maestro. “Vinieron pues a Jericó”, que estaba al limite de la tierra de la cual iba a partir Elías. "Y llegáronse a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Jericó, y dijéronle: ¿Sabes como Jehová quitará hoy a tu señor de tu cabeza? Y él respondió: SI, yo lo sé; callad (v. 5). El significado de la pregunta parece ser: ¿Por qué seguir a tu maestro con tanta tenacidad? Va a ser quitado de tu lado, ¿por qué no te quedas aquí con nosotros? Pero, como el apóstol diría más tarde, Eliseo no confirió con carne y sangre sino que se atuvo a su resolución. Ojalá nos sea dada una gracia parecida cuando somos tentados a no seguir al Señor plenamente.
“Y Elías le dijo: Ruégote que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado al Jordán (v. 6). Hablan recorrido un largo camino; ¿se estaba cansando Eliseo o continuarla hasta el final? Cuántos hay que corren bien por un tiempo y luego se cansan. Pero, no Eliseo. "Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Fueron pues ambos a dos” (versículo 6). Cómo nos recuerda ello la decisión de Rut; cuando Noemí le dijo que se fuera con su cuñada, respondió: "No, me ruegues que te deje, y m 1 e aparte de ti; porque dondequiera que tú fueres, iré yo; y dondequiera que vivieres, viviré” (1:16). "Fueron pues ambos a dos”, dejando tras de sí la escuela de los profetas. El creyente joven no debe permitir que la más santa comunión con los hijos de Dios estorbe a su comunión individual con el Señor. De qué modo tan abundante fue premiada la fidelidad y la constancia de Eliseo vamos a verlo por lo que siguió.
"Y vinieron cincuenta varones de los hijos de los profetas, y paráronse enfrente a lo lejos; y ellos dos se pararon junto al Jordán” (v. 7), probablemente porque esperaban presenciar el traslado de Elías al cielo; un favor, sin embargo, que fue concedido a Elíseo solamente. Así y todo, se les permitió presenciar un milagro extraordinario: el que las aguas de] Jordán se separaran para que pudiesen pasar sin mojarse el profeta y su acompañante. Cómo se manifiesta en todo la soberanía de Dios. Las multitudes presenciaron el milagro que obró Cristo a1 multiplicar los panes y los peces, pero no todos los apóstoles presenciaron su transfiguración. Dios quiso hacer que esos jóvenes profetas supieran de la salida sobrenatural de su siervo de este mundo, mas no les fue permitido ser espectadores de la misma. No sabemos el porqué, pero el hecho es que fue así, y del mismo deberíamos aprender. Ilustra un principio que se revela en cada página del Libro Santo, y del cual la historia está llena de ejemplos: que Dios hace distinciones, no sólo entre los hombres> sino también entre los santos, entre uno de sus siervos y el otro, repartiendo sus favores como ti quiere. Y cuando alguno se atreve a discutir su absoluta soberanía, su respuesta es: "¿No me es licito a mí hacer lo que quiero con lo mío?" (Mateo 20:15).
"Tomando entonces Elías su manto, doblólo, e hirió las aguas, las cuales se apartaron a uno y a otro lado, y pasaron ambos en seco" (v. 8). Este hecho de dividir el Jordán era un preludio adecuado de la partida del profeta hacia las alturas. Como señaló Matthew Henry, "era el preludio del traslado de Elías a la Canaán celestial, como había sido la entrada de Israel en la Canaán terrenal" (Josué 3:15-17). Elías y su compañero podían haber cruzado el río como lo hacían los demás pasajeros, por medio de la embarcación dedicada a ello, pero el Señor había determinado magnificar a su siervo en su salida del país, como lo habla hecho con Josué cuando entró, Moisés dividió el mar con su vara (Éxodo 14:16); en esta ocasión Elías dividió el río con su manto -cada uno de ellos con el emblema de su misión distintiva-. Sin duda hay un significado más hondo y una aplicación más amplia a este incidente extraordinario. El “Jordán” es una figura conocida de la muerte; Elías es aquí un tipo de Cristo, del mismo modo que Eliseo debe ser considerado como el representante de todos aquellos que se adhieren a él y le siguen. M pues, aprendemos que ha sido provisto, para su pueblo, un camino seguro y fácil para atravesar la muerte, en el Señor Jesucristo.
"Y como hubieron pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieres que haga por ti, antes que sea quitado de contigo” (versículo 9). Esta es una prueba de que Elías habla estado probando a su compañero al decirle que se quedara en los lugares en los que se hablan detenido, ya que no hubiera dicho estas palabras si éste hubiera estado desobedeciendo sus deseos. El profeta estaba tan satisfecho con el afecto y la compañía de Eliseo que quiso premiarle con alguna bendición final. ¡Qué prueba más grande de su carácter encerraban las palabras: “Pide lo que quieres que haga por ti”! Un escritor de los puritanos hace notar el significado de las palabras de Elías: "antes de que sea quitado de contigo", ya que hubiera sido en vano que Eliseo invocara a su maestro después. "No podía pedírsele nada como si fuera un mediador o intercesor, como enseñan erróneamente los católicos acerca de los santos y ángeles.” Cristo es el único que, en el cielo, intercede por el pueblo de Dios en la tierra. Con qué cuidado debemos leer el lenguaje de la Escritura; la simple palabra "antes” prueba la falsedad de una de las doctrinas de Roma.
“Y dijo Elíseo: Ruégote que las dos partes de tu espíritu sean sobre mí” (v. 9). P-sa era la noble respuesta a las palabras de Elías: “Pide lo que quieres que haga por ti”. Elevándose por encima de los deseos y sentimientos de la carne, no pidió nada apetecible al hombre natural, sino algo espiritual, buscando la gloria de Dios, y no su propia exaltación. No creemos que pidiera algo superior a lo que su maestro había tenido, sino una porción doble de la que se comunicaba a los demás profetas. Él había de ocupar el lugar de Elías en la vida pública; habla de ser el líder de "los hijos de los profetas”, como parece indicarlo el versículo 15; y por lo tanto, deseaba estar capacitado para su misión. Con toda razón, deseó sinceramente los mejores dones; pidió una porción doble del espíritu de- profecía -de sabiduría y gracia, de fe y fortaleza- para ser “enteramente instruido para toda buena obra”.
"Y él le dijo: Cosa difícil has pedido” (v. 10). Eliseo no pidió riquezas ni gloria, sabiduría ni poder, sino una doble porción del espíritu que reposaba y obraba en su maestro. Al calificarlo de "cosa difícil”, Elías parece haber hecho énfasis en el gran valor del semejante don; era como decir: Es mucho lo que deseas. Creemos que los comentarios de Matthew Henry son muy apropiados: “Los que mejor preparados están para recibir bendiciones espirituales son los que más conscientes son de su valor, y de su propia indignidad para recibirlos." Elíseo sentía su propia debilidad y su absoluta insignificancia ante la obra a la cual era llamado, y por lo tanto, deseaba estar calificado para la misión que estaba a punto de emprender. "Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será así hecho; mas si no, no” (v. 10). Su petición iba a serle concedida, y él iba a saberlo por medio de la señal mencionada: ver el traslado de Elías seria la prueba de que su petición era conforme a la voluntad de Dios, y la señal de que su deseo le era concedido; mas para que ello fuera así, su mirada había de seguir puesta en su maestro. Los cronólogos calculan que el ministerio de Eliseo dura por lo menos el doble de tiempo que el de su predecesor, y parece ser que obró doble número de milagros.
El gran momento habla llegado. Elías habla cumplido la misión que Dios le habla dado. Había conservado sus vestiduras limpias de mancha del mundo religioso apóstata. Su conflicto habla cesado; habla acabado su carrera; habla obtenido la victoria. No tenía hogar ni lugar donde descansar; así pues, prosiguió hacia su descanso celestial. "Y aconteció que, yendo ellos hablando, he aquí, un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino" (versículo 11). Debe observarse que Dios no envió su carro mientras Elías se hallaba en Samaria. No, la tierra de Israel estaba contaminada y sobre ella estaba escrita la palabra “Cabod". .Fue al otro lado del Jordán, en el lugar de separación, que esta señal de honra fue concedida al profeta. Creemos que, as¡ como ¡as almas de los santos son llevadas por los ángeles al paraíso (Lucas 16:22), fueron los seres celestiales, los más nobles de ellos, los que llevaron a Elías al cielo. “Serafín” significa encendido, y se dice que Dios hace a sus ángeles "fuego flameante” (Salmo 104:4), mientras que "querubín” es el nombre de "los carros de Dios" (Salmo 68:17). "Elías iba a ser trasladado a un mundo de ángeles; así pues, los ángeles fueron enviados para que le condujeran allí" (Matthew Henry), para que pudiera ser conducido a los cielos como un conquistador triunfante.
En el traslado de Elías tenemos un testimonio claro del hecho de que hay una recompensa para los justos. Las experiencias de la vida parecen contradecir, a menudo, esta verdad. Vemos a los impíos florecer, mientras los hijos de Dios apenas tienen con qué subsistir; empero, no siempre será así. Elías fue honrado de modo muy especial en unos días en que la apostasía era casi universal; con todo, Dios quiso concederle un alto honor. Así como habla enseñado a los hombres, aunque al hacerlo ponía su vida en constante peligro, el conocimiento del único Dios verdadero, así también, ahora les enseñarla que hay un estado futuro, un mundo más allá del firmamento, en el cual los justos son admitidos y donde morarán para siempre con Dios y con toda la hueste angélica. La felicidad futura compensará infinitamente los sacrificios y los sufrimientos presentes: el que se humilla será ensalzado. La partida sobrenatural de Elías demostró, también, que el cuerpo humano puede ser inmortal. No iba a ser testigo de la verdad de la resurrección, por cuanto nunca murió; pero su traslado corpóreo al cielo proporciona pruebas indudables de que el cuerpo puede ser inmortalizado y vivir en condiciones celestiales.
En el traslado de Elías vemos cuánto mejores que los nuestros son los caminos de Dios. El profeta quiso dejar este mundo cuando se hallaba abatidos antes de que llegara la hora designada por Dios y de un modo muy inferior al que Él había preparado; había pedido, cuando se hallaba bajo el enebro: "Baste ya, oh Jehová, quita mi alma” (I Reyes 19:4). Si le hubiese sido concedido lo que pedía, ¡cuánto hubiera perdido! Y esto está registrado para nuestra enseñanza, y pone de relieve una lección que todos necesitamos tener muy presente. Debemos ponernos a nosotros mismos y todas nuestras cosas en las manos llenas de gracia de Dios, confiando de modo total en que IRI usará sus propios métodos. Si queremos hacer nuestra voluntad, de seguro saldremos perdiendo: “Él les dio lo que pidieron; mas envió flaqueza en sus almas” (Salmo 106:15). El cristiano maduro puede asegurar a sus hermanos más jóvenes que da gracias a Dios por haberle denegado lo que muchas veces le pidiera. Dios te niega tu petición porque ha ordenado para ti algo mucho mejor.
En la partida de Elías tenemos una señal y un tipo del modo sobrenatural en que todo hijo de Dios deja este mundo. A lo largo de estos capítulos hemos señalado una y otra vez que, aunque en muchos aspectos el carácter y la carrera de Elías fueron de una naturaleza extraordinaria, así y todo, en un sentido más amplio, él puede ser considerado como un santo representativo. Así fue, también, en lo que toca a este hecho final. Su salida de este mundo no fue corriente, sino que hay una gran diferencia entre ella y el fin común de la existencia terrena que experimentan los impíos. La muerte, como paga del pecado, ha sido abolida para el redimido. Para él, la muerte física no es más que un sueño para el cuerpo; en cuanto al alma, es llevada por los ángeles a la presencia inmediata de Dios (Lucas 16:22), lo cual es, en verdad, una experiencia sobrenatural. Y no todos los hijos de Dios dormirán (I Corintios 15:51). Los de la generación que esté en la tierra cuando el Salvador vuelva, verán su cuerpo transformado "para ser semejante al cuerpo de su gloria” (Filipenses 3:21), y serán arrebatados junto con los santos resucitados para "recibir al Señor en el aire” (1 Tesalonicenses 4:17). Así pues, a toda la hueste rescatada por Dios le es asegurada una partida sobrenatural de este mundo.