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BERESHIT ELOHIM MINISTERIO

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LA VIÑA DE NABOT

21.07.2014 16:24

 

El contenido d I Reyes 20 ha presentado un problema no pequeño para los que han escrito sobre el mismo. Comienza con la afirmación: “Entonces Ben-adad rey de Siria juntó a todo su ejército, y con él treinta y dos bueyes> con caballos y carros; y subió, y puso cerco a Samaria, y combatióla”. Estaba tan seguro de la victoria que envió mensajeros a Acab diciendo: "Tu plata y tu oro es mío, y tus mujeres y tus hijos" (Y. 3).. Después de ver algo de los graves pecados que Acab había acumulado, era lógico suponer que el Señor iba a coronar con el éxito esta aventura de Ben-adad, y a usarla para humillar y castigar a Acab y a su apóstata mujer. Pero no fue así. Por raro que parezca, nuestra sorpresa va en aumento cuando leemos que vino un profeta a Acab, diciendo: "Así ha dicho Jehová: ¿Has visto esta grande multitud? He aquí Yo te la entregaré hoy en tu mano, para que conozcas que Yo soy Jehová” (v. 13). Y en lo que sigue vemos el cumplimiento de esa predicción: "Y salió el rey de Israel, e hirió la gente de a caballo, y los carros; y deshizo a los sirios con grande estrago” (v. 21); así pues, la victoria fue para Acab y no para Benadad.

Y este incidente no es único, por cuanto la siguiente cosa que leemos es que llegándose luego el profeta al rey de Israel, le dijo: Ve, fortalécete, y considera y mira lo que has de hacer; porque pasado el año, el rey de Siria ha de venir contra ti” (v. 22). Parece raro en gran manera que el Señor fuera en ayuda de un hombre como Acab. La predicción se cumplió de nuevo, por cuanto Ben-adad volvió con fuerzas tan inmensas que el ejército de Israel parecía "como dos rebañuelos de cabras; y los sirios henchían la tierra” (v. 27). Una vez más, un profeta fue a Acab y le dijo: "Así dijo Jehová: Por cuanto los sitios han dicho, Jehová es Dios de los montes, no Dios de los valles, Yo entregaré toda esta grande multitud en tu mano, para que conozcáis que Yo soy Jehová (v. 28). El resultado fue que "mataron los hijos de Israel de los sirios en un día cien mil hombres de a pie” (v. 29). Mas, debido a que Acab permitió que Ben-adad escapara, otro profeta le anunció: "Tu vida será por la suya” (v. 42).

La hora en que Dios destruiría a Acab y a todos los que le seguían en la idolatría no había llegado todavía. La venganza divina; llegó, no por mano de Ben-adad, sino de Hazael. Pero, si no había llegado la hora de la retribución, ¿por qué se permitió a Ben-adad el amenazar la tierra de Samaria?. Es la respuesta a esta pregunta la que arroja luz a todo el problema. El "día del Señor” se retrasa porque Dios es paciente para con sus elegidos “no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (II Pedro 3:9,10). Las ventanas del cielo no se abrieron derramando el diluvio devastador hasta que Noé y su familia estuvieron a salvo dentro del arca. El fuego y el azufre no cayeron sobre Sodoma, hasta que Lot hubo salido de ella: “Nada podré hacer (dijo el ángel destructor) hasta que allí hayas llegado” (Génesis 19:22). Y lo mismo en este caso: la obra de juicio no pudo ser llevada a cabo hasta que Elías y su ayudante hubieron completado su trabajo y los .siete mil” que Jehová se había reservado hubieron sido llamados.

Siguiendo el relato del llamamiento de Eliseo al ministerio, la narración inspirada no nos ofrece, descripción alguna de las actividades en las cuales se ocuparon; aun así, podemos estar ciertos de que redimieron el tiempo. Es probable que instruyeran a las -entes, en partes remotas del país, en la adoración a Jehová, oponiéndose a la corrupción general, esforzándose diligentemente, aunque de modo callado, en llevar a cabo una reforma consistente. Parece ser que, siguiendo el ejemplo de Samuel (I Samuel 10:5-10; 19:20), establecieron escuelas en diversos lugares para instruir a los jóvenes en el ministerio profético y en el conocimiento de la ley de Dios, preparándoles para ser expositores de la misma al pueblo y para dirigir la salmodia, servicio verdaderamente importante. Basamos este punto de vista en la mención que se hace de los "hijos de los profetas que estaban en Betel” y "en Jericó” (II Reyes 2:3,5). Así fue cómo Elías y Eliseo pudieron proseguir su trabajo sin ser molestados durante un año o dos, por cuanto Acab, ocupado en defenderse a si mismo y su reino de enemigos poderosos, no podía entremeterse en lo que hacían. Qué maravillosos son los caminos de Dios: los reyes y sus ejércitos no son más que peones que Él mueve a su voluntad.

Podemos ver, en lo que estamos considerando, los medios varios que el Señor usa para proteger a sus siervos de quienes podrían dañarles. Él sabe cómo desviar los asaltos de sus enemigos que quieren oponerse a sus esfuerzos piadosos para hacer el bien. tl puede allanar todas las cosas y hacerlas seguras para ellos, a fin de que puedan proseguir sin impedimento en el cumplimiento de los deberes que Él les ha asignado. El Señor puede llenar las mentes y las manos de los que se oponen, con negocios urgentes y solicitudes que harán que tengan bastante trabajo para que no estorben a sus siervos en el suyo. Cuando David y sus hombres estaban en peligro en el desierto de Maón y parecía que no tenían esperanza, "vino un mensajero a Saúl, diciendo: Ven luego, porque los filisteos han hecho una irrupción en el país. Volvióse por tanto Saúl de perseguir a David, y partió contra los filisteos” (I Samuel 23:27,28). Cuán incapaces somos de determinar la razón por la que Dios permite que una nación se levante contra otra, y que sea precisamente contra esa otra y no contra cualquiera de las demás.

Los dos profetas siguieron su trabajo de predicación e instrucción de sus hermanos jóvenes durante algún tiempo, y a la vista de la promesa de 19:18, podemos llegar a la-conclusión de que la bendición del Señor acompañó sus esfuerzos y de que no fueron pocos los que se convirtieron. Hubieran permanecido en esa ocupación quieta y feliz, gozosos de escapar a la atención de la corte; pero los ministros de Dios no pueden esperar vidas tranquilas y fáciles. Puede ser así por algún tiempo, especialmente después de haber estado ocupados en algún servicio duro y peligroso; empero deben estar constantemente preparados para ser sacados de su ocupación tranquila, y afrontar nuevas y más serias tareas que constituirán una prueba para su fe y requerirán todo su valor. Este fue el caso de Elías. Le esperaba otra prueba: nada menos que enfrentarse de nuevo a Acab y, esta vez, pronunciar contra él juicio condenatorio. Más, antes de considerar este hecho, hemos de estudiar aquello que lo ocasionó.

“Y acostóse en su cama, y volvió su rostro, y, no comió pan” (I Reyes 21A). Esto se refiere a Acab, quien se echó en la cama en una habitación de su palacio en un arranque de, desesperación. ¿A qué era debido? ¿Había sido derrotado por algún ejército invasor? No; sus soldados todavía estaban llenos de júbilo por su victoria sobre los sirios. ¿Habían sufrido sus profetas otra matanza? No; el culto a Baal se había resarcido del desastre terrible del Carmelo. ¿Había sido herida de muerte su consorte real? No; Jezabel, no sólo no había muerto, sino que se disponía a llevarle a hacer aun más mal. ¿Cuál era, pues, la causa de su tristeza? Nos lo dice el contexto junto a la residencia real había una viña que pertenecía a uno de sus súbditos. De pronto se encaprichó de la misma y se propuso conseguirla a fin de extender su hacienda. Los ricos no están satisfechos con lo que poseen, sino que constantemente codician más.

Acab fue a Nabot, el dueño de esa viña, y le ofreció cambiársela por otra mejor o comprársela. En apariencia, esa propuesta era razonable; mas, en realidad, no era sino una tentación sutil. “La tierra no se venderá rematadamente, porque la tierra mía es” (Levítico 25:23); “Para que la heredad de los hijos de Israel no sea traspasada de tribu en tribu; porque cada uno de los hijos de Israel se allegará a la heredad de la tribu de sus padres” (Números 36:7). De ahí que Nabot no tuviera derecho legal a vender su viña. Si no hubiera sido por esto, no hubiese habido daño alguno en aceptar la oferta de Acab; es más, hubiera sido descortés, incluso grosero, rehusar atender los deseos de su soberano. No obstante, por deseoso que Nabot estuviese de acceder a los deseos del rey, no podía hacerlo sin violar la ley divina que prohibía el enajenar parte alguna de la herencia familiar. Así pues, ante Nabot, se presentaba una prueba real y severa: había de escoger entre agradar al rey o al Rey de reyes.

 

Hay ocasiones cuando el creyente puede ser obligado a escoger entre el cumplir la ley humana o el obedecer la ley divina. Los tres jóvenes hebreos pasaron por esta experiencia cuando se pidió de ellos que se inclinaran y adoraran la imagen que Nabucodonosor había levantado (Daniel 3:14-15). Pedro y Juan se enfrentaron con una situación parecida cuando el Sanedrín les prohibió que predicaran en el nombre de Jesús (Hechos 4:18). Cuando un gobierno pide a un hijo de Dios que trabaje siete días a la semana, le pide que desobedezca un estatuto divino: "Acordarte has del día del reposo, para santificarlo”. Aunque es cierto que debemos al César las cosas que corresponden con toda justicia al César, no podemos, en ninguna circunstancia, dejar de dar a Dios lo que nos pide; y si se nos pide que robemos a Dios, nuestro deber es llano y simple: la ley inferior debe ceder ante la superior; la lealtad a Dios debe anteponerse a toda otra consideración. Los ejemplos de los tres hebreos y de los apóstoles no dejan lugar a dudas en este punto.

“Y Nabot respondió a Acab: Guárdeme Jehová de que yo te dé a ti la heredad de mis padres” (I Reyes 21:3). Retrocedió horrorizado ante semejante propuesta, considerándola alarmado como una tentación a cometer un pecado terrible. Nabot se atuvo a la Palabra de Dios escrita y rehusó obrar de modo contrario a la misma, aun cuando era el rey quien le pedía que se hubiera reservado para sí. Era uno de los siete mil que el Señor se había reservado para si; un miembro del remanente según la elección de gracia. En esto se conocen los tales: en su separación de los que transigen y contemporizan. Para ellos, la expresión “Así dice Jehová” tiene un valor definitivo: ni los incentivos pecuniarios ni las amenazas de castigo pueden persuadirles a desestimarla. “juzgad si es justo delante de Dios obedecer antes a vosotros que a Dios” (Hechos 4:19), es su defensa cuando las potestades de este mundo tratan de intimidarles. Recuerda, querido lector, que el desobedecer a las autoridades humanas en aquello que choca de modo manifiesto con la ley del Señor no es pecado ni mucho menos. Además, el cristiano debería ser ejemplo para el resto de las personas guardadoras de la ley, en tanto que los derechos de Dios sobre él no sean quebrantados.

Acab se enojó grandemente ante la negativa de Nabot, por cuanto ello hería su orgullo; y se sintió de tal modo vejado que se comportó como un niño mimado cuando se le contraría. Se tomó tan a pecho esta desilusión que se apoderó de él una angustia que le hizo ir a la cama y negarse a tomar aliento alguno. ¡Qué cuadro más elocuente del rico pobre! No hay que envidiar a los millonarios, ni a los que ocupan lugares de preeminencia, por cuanto ni las riquezas materiales, ni los honores mundanos pueden proporcionar felicidad al corazón. Salomón comprobó esta verdad: se le permitió poseer todo lo que el hombre natural anhela, y después descubrió que todo ello no era más que “vanidad y aflicción de espíritu”. ¿No hay aquí un aviso solemne para cada uno de nosotros? Necesitamos atender aquellas palabras de Cristo: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12:15). La avaricia consiste en no conformarse con la porción que Dios me ha dado y en codiciar algo que pertenece a mi vecino. Los deseos excesivos llevan siempre a la vejación y nos hacen incapaces de disfrutar de lo que tenemos.

“Y vino a él su mujer Jezabel, y díjole: ¿Por qué está tan triste tu espíritu, y no comes pan? Y él respondió: Porque hablé con Nabot de Jezreel, y díjele que me diera su viña por dinero, o que, si más quería, le darla otra viña por ella; y él respondió: Yo no te daré mi viña” (vs. 5,6). Qué fácil es tergiversar aun lo más recto. Acab no hizo mención de los escrúpulos de conciencia que impidieron a Nabot el acceder a su petición, sino que habló como si hubiera obrado movido sólo por su rebeldía y obstinación. Al oír estas palabras, Jezabel puso de manifiesto su terrible carácter: "¿Eres tú ahora rey sobre Israel? Levántate, y come pan, y alégrate; yo te daré la viña de Nabot" (v. 7). Como decía Matthew Henry: “Con el pretexto de consolar a su afligido esposo, alimentó su orgullo y pasión, avivando el fuego de su depravación”. Ella se identificó con el deseo injusto de él, incrementó su sentimiento de frustración, le tentó a ejercer un poder arbitrario y le urgió a desestimar los derechos de otro y a contravenir la ley de Dios. ¿Vas a permitir que un súbdito se rebele contra ti? No seas tan escrupuloso; usa tu poder real; en vez de lamentarte de esta denegación, véngala.

La infame mujer planeó la estratagema más diabólica para arrancar a Nabot su herencia. En primer lugar, recurrió a la falsificación, por cuanto leemos que "escribió cartas en nombre de Acab, y sellólas con su anillo, y enviólas a los ancianos y a los principales que moraban en su ciudad con Nabot” (v. 8). En segundo lugar, fue culpable de hipocresía deliberada. “Proclamad ayuno” (v. 9); dijo esto para dar la impresión de que se había descubierto la impiedad más terrible, que amenazaba a la ciudad con el juicio divino a menos que fuera expiado el delito -la historia ofrece abundantes pruebas de que los crímenes más viles han sido perpetrados, a menudo, bajo la capa de la religión-. En tercer lugar, no dudó en cometer un perjurio absoluto> sobornando a los hombres a dar un testimonio falso: "Poned a Nabot a la cabecera del pueblo (so color de darle un juicio imparcial bajo una acusación legal); y poned dos hombres perversos delante de él, que atestigüen contra él, y digan: Tú has blasfemado a Dios y al rey” (Versículos 9,10). De esta forma, aun "en lugar de la justicia, allí la iniquidad” (Eclesiastés 3:16). 

Aquí tenemos una mujer que sembró pecado a manos llenas. No sólo hundió a Acab aun más en la iniquidad, sino que arrastró a los ancianos y los nobles de la ciudad al lodo de su pecado inspirado por el diablo mismo. Hizo a los hombres perversos, los testigos falsos, aun peores de lo que eran. Se convirtió en una ladrona y una criminal, hurtando a Nabot su buen nombre y herencia. Los ancianos y los príncipes de Israel fueron lo suficientemente infames para cumplir sus órdenes, lo cual es una señal inequívoca de que el reino merecía el juicio: cuando los que están en eminencia son impíos y sin conciencia, la ira de Dios no tardará en caer sobre aquellos a los cuales gobiernan. A instigación de los ancianos y príncipes, a Nabot “sacáronlo fuera de la, ciudad, y apedreáronlo con piedras, y murió” (v. 13); y sus hijos sufrieron una suerte parecida (II Reyes 9:26) para que le herencia pudiera ser cortada.

Tengamos muy en cuenta que esta mujer sin principios, tan llena de ambición sin limite y lujuria de poder, no es sólo un personaje histórico, sino el símbolo que predice un sistema nefando y apóstata. Las cartas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 ofrecen un perfil histórico de la cristiandad. La de Tiatira, que retrata el catolicismo romano, hace mención de "aquella mujer Jezabel” (2:20); y el paralelo entre esa reina y el sistema monstruoso que tiene su cuartel general en el Vaticano es asombroso. Jezabel no era judía, sino una princesa pagana; y el catolicismo no es un producto del cristianismo, sino del paganismo. Los eruditos nos dicen que su nombre tiene un significado doble (según el sentido sidonio y hebreo): una virgen pura, que es lo que Roma profesa ser; y un estercolero, que es lo que Roma es a los ojos de Dios. Gobernó en Israel como reina., siendo Acab un mero instrumento en sus manos: los reyes son los muñecos de Roma. Estableció un sacerdocio idólatra. Mató a los siervos del Señor. Usó métodos deshonestos y malvados para lograr sus fines. Y tuvo un final terrible.

Del mismo modo que Jezabel era un símbolo profético de ese sistema satánico conocido como el papado, Nabot era un tipo bendito del Señor Jesús. Primero, poseía una viña: lo mismo que Cristo (Mateo 21.33). Segundo, la viña de Nabot, lo mismo que la de Cristo, fue codiciada por uno que no respetaba la ley de, Dios (Mateo 21:38). Tercero, ambos fueron tentados a desobedecer a Dios y a separarse de su herencia (Mateo 4:9). Cuarto, ambos rehusaron atender a la voz del tentador. Quinto, ambos fueron acusados en falso por los que procuraban matarles.

Sexto, fueron acusados de “blasfemar contra Dios y contra el rey” (Mateo 26:65; Lucas 23:1,2). Séptimo, murieron de muerte violenta. Octavo, fueron muertos "fuera" de la ciudad (Hebreos 13:12-14). Noveno, los asesinos de ambos fueron acusados de su crimen (1 Reyes 21:19; Hechos 2:22, 23). Y décimo, éstos fueron destruidos por el juicio divino (1 Reyes 21:19-23; Mateo 21:41; 22:7).

"Y como Jezabel oyó que Nabot había sido apedreado y muerto, dijo a Acab: Levántate y posee la viña de Nabot de Jezreel, que no te la quiso dar por dinero; porque Nabot no vive, sino que es muerto. Y oyendo Acab que Nabot era muerto, levantóse para descender o4 la viña de Nabot de Jezreel, para tomar posesión de ella" (vs. 15,16). A Jezabel le fue permitido llevar a cabo su designio malvado y a Acab adquirir la viña codiciada. Al hacerlo, dio testimonio aprobatorio a todo lo que había sido hecho, y vino a ser partícipe de la culpabilidad. Hay una clase de personas que rehúsan cometer personalmente un crimen, pero no tienen escrúpulo alguno en usar a sus agentes asalariados para hacerlo, y, de este modo, se aprovechan de su villanía para enriquecerse. Sepan todos esos villanos sin conciencia y todos los que se creen astutos al compartir ganancias injustas que, a los ojos de Dios, son participes de los pecados de los que cometieron el trabajo indigno en su favor, y que serán castigados junto con ellos de modo adecuado. Desde los días de Acab y Jezabel, muchos han podido alcanzar la meta de su lujuria a costa de fraudes, mentiras, falsedades y derramamiento de sangre. Pero todos ellos descubrirán a su debido tiempo que "la alegría de los impíos es breve” (Job 20:5).

Entretanto, el Señor Dios había permanecido callado como mudo espectador de los hechos. Conocía la atrocidad de los mismos, a pesar de la apariencia impía de religión y legalidad. Y Él es infinitamente superior a los reyes y dictadores, y por consiguiente está capacitado para llamarles a cuentas; Él es infinitamente justo, y por lo tanto llevará a cabo sus juicios sobre ellos sin hacer acepción de personas. Apenas había sido cometido ese crimen horrible cuando Acab fue llamado a cuentas. "Entonces fue palabra de Jehová a Elías tisbita, diciendo: Levántate, desciende a encontrarte con Acab rey de Israel, que está en Samaria; he aquí él está en la viña de Nabot, a la cual ha descendido para tomar posesión de ella. Y hablarle has, diciendo: Así has, dicho Jehová: ¿No mataste y también has poseído? Y tornarás a hablarle, diciendo: Así ha dicho Jehová: En el mismo lugar donde lamieron los perros la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu sangre, la tuya misma” (vs. 17-19). Esa era la prueba del profeta: enfrentarse al rey, acusarle de su maldad y pronunciar sentencia contra él en el nombre de Dios.

 


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